La Intensidad del Atlántico

La Intensidad del Atlántico
por Er Ñero José M. Aguilera
08 de Junio de 2003

Esperamos buen tiempo. Los días lucen claros al amanecer, cada día mas temprano. Imperceptiblemente avanzamos hacia el naciente, y además hacia el solsticio de verano, aquel día del año cuando la noche es la mas corta… y el día el mas largo. El Sol casi no quiere dejarnos, pero una Luna guiñosa sale de nuevo Su color encendido, rojizo, le recuerda que hay lugar para todos es este mundo. Dios lo hizo así. Y la noche será suya, aunque corta, y ella estará allí… hasta si es claro…. hasta de día.

Después del amanecer, si el tiempo lo permite desayunamos sentados, si el movimiento lo permite, caliente, si no tiene compasión de nuestro cansancio, apuramos un café y los expertos evalúan las condiciones. Comienza entonces el proceso de adecuar la navegación al ritmo del Atlántico….. de ese día, a veces engañoso. La brisa baja, y apuramos sacar la Génova, una vela instalada en la proa del barco, mayor que el Trinquete y que permite aprovechar la poca brisa, y desplegamos la Mayor. Sube la brisa…. Correr a recortar la mayor…. Cambiar la Génova por el Trinquete. Trabajo incesante, como incesante se presenta el tiempo, la combinación de viento, oleaje, nubosidad, lluvia, sol, presión barométrica…. y lo mas impredecible… la tendencia, para estar preparado, reducir cambios y evitar riesgos.

Las tardes, a veces calmas, como hoy -excesivamente calma para la tripulación del O’Comillas- repentinamente comienzan a mostrar síntomas que los expertos marineros traducirían en acciones o temores. Ciertos rizos en el mar, el oleaje indeciso y cada vez mas fuerte, ráfagas de viento crecientes y atemorizadoras atacan las velas y nos informan que hace falta decidir que hacer. Esas tardes son presagios de tensión, insomnio, frío y humedad. Al comienzo, también miedo, quien sabe cuanto. SI poco, entonces inconciencia. Si mucho… cobardía. Hace falta decidir todo… hasta la cantidad de miedo que uno tenga para enfrentar las adversidades que la vida nos presenta. Pero al cabo de los días, el miedo nos ha abandonado y cada día tenemos mas respeto al mar y sus contingencias, pero la tripulación se siente mas confiada en que podremos controlar las situaciones.

Ayer fue así. Las ráfagas de viento repentinamente llegan a 45 nudos en un mar encrespado, con olas de 10-12 metros, aunque largas. Recoger velas!!!!!…. ¿cobardía? …no… precaución y control. Los mas osados en la navegación a vela las recogen poco a poco, retan al mar, corren las olas…. A costa del riesgo de la vida de la embarcación y l;a tripulación, pero con el premio de la satisfacción de haber alcanzado un record de velocidad….. o ganar una competencia. Nosotros … ni lo uno ni lo otro, aunque a veces nos tienta experimentar …..hasta donde el miedo nos alcance. Observamos… , hay mas ráfagas, menos control. El velero tiembla hasta sus entrañas cuando esas ráfagas alcanzan las casi 50 millas por hora -90 kilómetros por hora !!- porque las millas son náuticas. Temo que la noche será larga y peligrosa. Tiemblo con el barco esperando que las ráfagas amainen….nada. El capitán decide… recoger mas la vela mayor…y procedemos. Observamos….. y poco pasa, las ráfagas cada vez mas fuertes. Pasan unos interminables minutos de incertidumbre, de esperanza. Algunos rezamos… invocamos a Santa Bárbara… quizás un Padre Nuestro. Las ráfagas siguen, no hay lluvia, pero entonces el mar se torna mas embravecido. El Capitán considera opciones… se pasea por el puente de mando, observa, conversamos sobre la vida y la muerte, pero con la mente realmente puesta en un solo asunto: la situación a mano. Finalmente decide: ¡Reducid la Mayor… al mínimo… quedará un 5%.. apenas asomará. Como por arte de magia siento entonces el milagro…. Se divorcian el mal tiempo y nuestras estructuras. Si, hay mas ráfagas… mas fuertes, pero pasan, y con el velamen recogido al tamaño de la tempestad el barco mantiene su rumbo, deja de temblar y pacientemente enfrenta las olas… y las supera.. una y otra, casi impasible … sereno… confiado, diciéndonos… vamos a puerto.. seguros.

Sin embargo, la noche es larga, pues decidimos solidarizarnos con O’ Comillas. Su trabajo es duro y no podemos dejarlo solo… con el piloto automático. El O”Comillas ha adquirido un “alma”, y nosotros trasnochamos con él, a través de ese mal tiempo. La intensidad continúa a través de la noche. Nos vence el sueño por ratos, sabiendo que otros 2 tripulantes están ojo-avizor… dormitamos…calentamos una poción de agua-con-algo para calentar el cuerpo,,, y así vamos hasta el amanecer.

Duante los días que disfrutamos el sol, y el tiempo lo permite, aplicamos la máxima que el Capitán impone: Si hay buen tiempo… a comer bien. No se sabe cuando las cosas cambian. Ni siquiera las modernas informaciones vía Internet de los pronósticos del tiempo son totalmente seguros, aunque sí, son confiables, dependiendo de quien los lea y como los interprete.. como las cosas de la vida. Desayuno de Perico Criollo estilo ñero, almuerzo de guiso de sobras estilo gallego con sabor a gloria….. cena sucinta, en consonancia con las circunstancias: sopa instantánea y emparedados…con café. Esas lecciones del capitán nos revelan lo mucho que sabe, lo mucho que la vida le ha obligado a aprender… quizás menos de academia – que igualmente tiene- y mas de vivencias, pero una sabiduría profunda que hemos visto en la gente y sabemos identificar porque inmediatamente sentimos alivio a una interrogante o inquietud..o incertidumbre… y entonces oímos alguna máxima sencilla y sin aspavientos y sentimos que allí está la solución. Los llaneros en mi tierra adoptada monaguense, desayunan como reyes antes de salir a recorrer la sabana…..nunca saben si algo puede suceder que impida el regreso en un apuro de hambre, y por eso comen … cuando pueden, ya que no saben si mas luego… como dicen, se podrá. Y esa máxima es la doctrina aquí en el O’Comillas, con la ventaja adicional que el capitán es Chef.. de los mejores… así que nuestra condición de ‘guatanero’ se vé remunerada con exageración al degustar esos ricos platos. Unicamente he podido competir modestamente con el sashimi, el arroz con todo, y el perico criollo, hecho con huevos plásticos de esos que vienen ya batidos en un cartón como de leche pasteurizada.

Algunas tardes sugiero aplicar la técnica del “Happy Hour” que mi gran amigo José Ignacio Carvajal me enseñó en la “Luly” –su lancha- hace años, en los mares del Caribe Norte. Con reservas los hacemos los días calmos: Vodka Martíni…. Una cerveza. La diferencia es que este “Happy Hour” es breve en todos los sentidos porque puede estar sucedido por gran actividad física, impuesta por un mal tiempo, y no queremos perder facultades para ello. En la Luly, era el final de la jornada, muchas veces de disfrute, otras de navegación, de islas caribeñas, ya anclados, o amarrados en puerto seguro, para pernoctar en paz.;.. sin la aprehensión de zozobra, a comer una “vaca frita” o un “congrí” al mejor estilo de Lina, su amada esposa, la Master Chef de la Luly.

Dormir, en el Atlántico, se hace también cuando se puede. Algunas veces cuando se debe, por saber que tendremos que cumplir con una guardia de vigilancia nocturna. El segundo experto a bordo, Andrés Jr. –segundo por edad, y por ende por menos diablo- pero con aspiraciones a asumir el coroto, estableció la conveniencia de cubrir las 9 horas de la etapa nocturna de la jornada mediante guardias de 3 horas. Así que rotamos esas 3 guardias para que cada día nos toque un horario distinto. Hoy tengo el turno de medianoche…. hasta las 3:00 a.m. Pero la noche es tan calma que me inspiro por tercera vez en este viaje para contar las cosas. Y gracias a la tecnología de hoy, en un rato espero que los que tengan acceso a estos documentos puedan entender… y vivir esta maravillosa experiencia. Algunas noches.. no dormimos, como ayer.. entonces dormitamos por ratos en el día, o nos revolcamos en nuestra querencia, por raticos, durante la noche de vigilia. Esos son los camarotes, manicomios de ropas de aguas, botas que llegan a las rodillas, computadoras, mudas mojadas, húmedas o semi secas, de acuerdo con el ajetreo que les haya tocado. Las pocas secas que van quedando son aquellas que Alicia, gran promotora de las tecnologías domésticas modernas –como el microondas, lavaplatos eléctrico y toda una serie de excentricidades que nunca se hubieran soñado en la Margarita donde yo nací- ha pasado a ser parte forzosa de mi vida. En este caso, las bolsas plásticas sellables que se usan para congelar comida… pero que ella usó hasta para guardarme la ropita que necesité para este viaje.. y que la mantiene –Gracias a Dios y a ella-, secas hasta la primera postura.

Hemos ensayado la aventura de lavar ropa, inédita en mi caso. El caos es incontable.. el fracaso del guatanero.. Considerando las circunstancias y el respeto a los vecinos uno se asea –cuando puede- y se cambia de ropa para no ofender. Los días de sol son los culpables .. se ha llegado hasta sudar !!!, … sobre todo si son calmos, pues hay que inventar muchas cosas para hacer que el O’Comillas se mueva: ajustar la botavara, instalar el tangón –un pesado tubo que extiende la velas de proa para aprovechar el viento escaso de esos días sosos de viento. Una buena provisión de protector solar es indispensable para esos días, sobre todo para aquellos que no tienen el quemadito congénito margariteño. Pero después de la accidental pérdida de unos de los tanques de agua dulce que conté en la anterior reseña las opciones son pocas: baños de mar –gélida, a 5º C-, que yo pienso sería mas castigo que una guardia en el “carajo” .. o baños franceses los días fríos, y duchas rápidas los mas calientes… hasta que el agua se ponga tan escasa que nos obligue a “baños de totuma”…. Veremos. Menciono lo de la guardia en el “Carajo” aprovechando que hace pocos días alguien me refirió un mensaje donde recuerdan los orígenes de esa palabrita que tanto usamos en nuestra tierra y con tantas aplicaciones disímiles: resulta que ese sitio tan especial es una cesta que colgaba del palo mayor de las embarcaciones tipo carabelas y allí enviaban de castigo a los guataneros que se portaban mal para que hicieran la guardia de vigilancia …en las épocas cuando no había radar. Por eso yo aquí trato de portarme muy bien…. No sea que me manden para el “idem”.

Por en el manicomio del camarote también hay cama, cobija gruesa… aunque fría por estructura… hay que calentarla pidiéndole prestado calor al cuerpo que a en noche fría no tiene… y hay almohadas y hay libros, que pasarán a la historia, no por su espeso y sabio contenido, sino por habernos acompañado a esta travesía.. y será el paso a la historia familiar, ya que dudo que la Academia de la Historia esté muy interesada en estos avatares tan terrenales …. bueno, en este caso, tan marítimos. La gran mayoría de ellos regresarán vírgenes, ya que idealizamos que tendríamos muchos ratos libres para leer… y no hay…. para nada.

Recibo mensajes de mis amigos. Gracias. Muchos nos siguen por Internet. Muchos mensajes de mi mujer, ya que a pesar de los teléfonos satelitales, no es fácil la comunicación… ni barata. Desde Venezuela…. imposible me dicen… y me pregunto… ¿será que las telefónicas de allá no tienen ya como pagar sus cuentas en divisas?.. en fin… se habla por teléfono cuando es estrictamente indispensable… como hoy, que estamos celebrando que hace una semana -…. ¡ 7 días !!!! – comenzó esta pequeña odisea que tanto estamos disfrutando.

Seguimos rumbo a las Azores, a veces con la brújula gallega.

Hasta una próxima edición.

Er Ñero Aguilera
N 41º 21’ W 53º 06’